Ciudadano Iturbidense

Otra mirada a la actualidad de San José Iturbide, Guanajuato.

noviembre 03, 2007

La crisis del PRD

Tomado de proceso.com
PRD-López Obrador: La ruptura

alvaro delgado
México, D.F., 29 de octubre (apro).- Es sólo cuestión de tiempo, semanas o quizá meses, pero la facción dominante en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Nueva Izquierda, podrá proclamar que ya nada tiene que ver con Andrés Manuel López Obrador, el dirigente y candidato que más votos ha dado a la izquierda en toda su historia.

Origen es destino: Nueva Izquierda --que comandan Jesús Ortega y Jesús Zambrano, alias los “Chuchos”-- es el viejo Partido Socialista de los Trabajadores (PST) que desde su fundación, bajo el patrocinio de Luis Echeverría, fue comparsa del régimen, un patiño del PRI, como lo fueron, también, los partidos Popular Socialista (PPS) y el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM).

Rafael Aguilar Talamantes, el fundador del PST, “se convirtió al paso del tiempo en sinónimo de transacción política inescrupulosa, de opositor al gusto de los gobernantes, de dirigente dispuesto --a precio fijo-- al trabajo sucio”, según la descripción que hizo el periodista Oscar Hinojosa en entrevista con ese personaje, publicada en Proceso, en agosto de 1988, cuando reconoció patrocinios oficiales para existir como partido.

“Echeverría dio instrucciones a Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación Pública, para que nos proporcionara 30,000 pesos mensuales. Con esa cantidad, más un auxilio financiero que logramos con Fausto Cantú Peña (director entonces de Inmecafé, preso posteriormente bajo cargos de peculado), el PST pudo sostener su actividad durante un largo periodo.”

Aguilar Talamantes, quien como dirigente del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), traicionaría a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, reveló también en la entrevista con Hinojosa apoyos, aunque no monetarios, de José López Portillo:

“Nunca recibimos directamente de Echeverría ningún tipo de ayuda económica o material. Tampoco a través de Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación, recibimos apoyo económico. Echeverría dispuso que la ayuda se proporcionara a través de la SEP, porque nos consideraba muchachos de corte estudiantil organizando un partido político. Tampoco recibimos ayuda material de JLP. A él le debemos haber sido leal y haber cumplido su palabra de que la reforma política que le propusimos la echaría a caminar.”

Por eso no hay que extrañarse: Aguilar Talamantes es el mentor de los “Chuchos”, los creadores de Nueva Izquierda, la corriente perredista que, paulatina pero consistentemente, fue escalando posiciones hasta tomar el control del aparato burocrático partidista y, casi como El Yunque en el PAN, secuestrar dirigencias y candidaturas en todos los estados.

Y así como El Yunque, también a Nueva Izquierda no le importa tanto ganar las contiendas constitucionales, sino sólo copar las plurinominales para usufructuar el poder mediante cochupos y transas, entre ellas legitimar ahora, por ejemplo, a Felipe Calderón.

La historia de los “Chuchos” no es, por ello, exitosa ante la base perredista, menos ante la ciudadanía: han hecho siempre victorias de todas sus derrotas. El caso más claro es el de Jesús Ortega: cuantas veces ha aspirado a presidir el PRD, como ahora ante Alejandro Encinas, ha sino derrotado, aunque ha obtenido siempre ganancias que los votos no le han dado.

Los “Chuchos” saben desde hace tiempo que el control de la estructura del PRD, en prácticamente todo el país, no garantiza en automático el triunfo de Ortega, y decidieron no ser ellos los que rompan con sus adversarios internos, los identificados con López Obrador, sino que sean éstos los que decidan --en una acción extrema-- dejarles la franquicia, que es la que les importa para su usufructo de facción.

Por eso la línea de comportamiento de los operadores “Chuchos” --cuyo cerebro no es Ortega, sino Zambrano-- es clara en el Congreso: más que hacer efectiva la fuerza constitucional que el electorado les dio por la fuerza de López Obrador, traducida por ejemplo en iniciativas que hagan distinto y distinguible el proyecto de izquierda con el de la derecha, han actuado como cabús del PRI y recipiendarios de las migajas de Calderón.

Si ante la toma de posesión de Calderón sólo procedieron a un hipócrita montaje, porque sabían que no hacer nada era exhibirse de antemano, pronto procedieron a lo que saben hacer: reuniones, a hurtadillas, con funcionarios federales, abyección inclusive hasta en la censura a una de las suyas, Ruth Zavaleta, quien hasta se toma de la mano de Margarita Zavala.

Ahora, a la hipócrita manera del gobierno federal ante la detención del líder oaxaqueño Flavio Sosa --presentado casi como el exterminador de la civilización occidental--, los Chuchos usan la estridencia deleznable de Gerardo Fernández Noroña para abonar a su plan de quedarse con la franquicia perredista y, a tono con los jilgueros de la derecha, negociar un acuerdo con Calderón.

Por eso el operador de los Chuchos en el Senado, Carlos Navarrete, habla ya de establecer un “pacto político y social” con Calderón, y hasta ofreció “la disponibilidad del PRD” para discutirlo, en un alarde de patrimonialismo semejante al de Víctor Hugo Círigo --esposo de Zavaleta, ambos Chuchos-- en la Asamblea Legislativa, cuando advierte que será ésta la que “diseñe” el presupuesto del gobierno local, “pésele a quien le pese”.

Cuauhtémoc Cárdenas se ha inscrito en la misma línea, no sólo de alianza con los Chuchos --quienes oportunistamente llegaron a proponer su jubilación y de lo que ahora él es amnésico--, sino de validar la adulteración de la voluntad popular que él mismo alegó en 1988 y que ahora sólo acredita que se trató de un engaño a quienes por él votaron sin saber que pactaba, a escondidas, con Carlos Salinas.

Así, la vía de colisión está clara: los Chuchos, que han resucitado por conveniencias mutuas a Cárdenas, han emplazado a la ruptura a López Obrador --quien como presidente del PRD desplazó al PAN como segunda fuerza electoral, en 1997, y el año pasado obtuvo la mayor votación de la izquierda en su historia--, pero sobre todo a mexicanos que ingenuamente pensaron que eran de convicciones robustas.

Y en efecto, tal como ocurrió en el proceso para integrar el Congreso Nacional, Nueva Izquierda --la “izquierda moderna”, según la derecha “moderna”-- podrá obtener otro triunfo quedándose con el PRD, pero no será el de la voluntad ciudadana, el único que da legitimidad, sino el puro cascarón.

Comentarios: delgado@proceso.com.mx

Etiquetas: ,

noviembre 02, 2007

Las calaveras de El Reloj




Porque las calaveras de este año de El Reloj están muy bien hechas, nos tomamos la pequeña libertad de reproducirlas para usted. Disfrútelas tanto como lo hicimos nosotros. Ya sabe, se publicaron originalmente en El Reloj.




Etiquetas: , , , , , ,

octubre 31, 2007

¡Cumplimos un año!

Hoy cumplimos un año. Son 365 días, casi 9 mil visitas y 368 post o entradas.
Este espacio nació como un lugar de reflexión, análisis y crítica.
Enojados por el fraude electoral que impuso al espurio Calderón, un grupo heterogéneo de ciudadanos iturbidenses optamos por abrir este espacio independiente al PRD local, al que vemos adormilado, con pocas ganas de apoyar el movimiento de AMLO y preocupado más en obtener migajas políticas.
Desde el principio advertimos que el gobierno de Enrique no tenía bases ideológicas sólidas pues al leer su discurso en la toma de protestas de inmediato se notó su falta de oficio y capacidad para comprender la realidad social y política. La prueba más palpable es la marcha de hace menos de un mes en donde no supo que hacer ni dar respuestas satisfactorias a la población.
Es una satisfacción mantener con vida con este blog, sobre todo porque después de la toma de "protesta" de Calderón, muchos blogs políticos perdieron gas. Nosotros aquí seguimos.
Y nos da mucho gusto pues hemos recibido visitas incluso de China. Y para comprobar que no le mentimos, vea el mapa de visitas:
world map

Etiquetas:

Agenda Ciudadana

Lorenzo Meyer
Una enfermedad profesional peculiar
Jueves, 25 de Octubre de 2007

INTENTO DE EXPLICACIÓN

El ex presidente de México, Vicente Fox, pareciera empeñado en permanecer en el ojo del huracán de eso que puede llamarse la “pequeña política” mexicana, una actividad que poco o nada tiene que ver con la grandeza del ejercicio del poder y si mucho –todo- con sus miserias. Vale pues la pena tomar ese caso para discutir un problema mayor: la enfermedad profesional del político. La distorsión de la personalidad como resultado del ejercicio del poder y que, finalmente, daña no solo a quien la padece –eso es lo de menos- sino a la sociedad toda.

El intento por explicar la conducta del ex presidente, así como la reacción que han suscitado, puede tomar varios caminos. Un columnista de The New York Times, David Brooks, sugiere adentrarnos en el “Yo-ismo”. El término no es elegante pero si adecuado ya que el “Yo” es un concepto al que Sigmund Freud y la psiquiatría le han sacado mucho provecho como ego, súper ego e id.

El Mal . Lo que el escritor norteamericano Scott Fitzgerald señaló en relación a los ricos –“no son como nosotros”- se puede decir también de los políticos. Los profesionales de la política son esa minoría que ha hecho de la adquisición, ejercicio y retención del poder público su razón de ser, y que en ese empeño tienden a transformarse cuantitativa y cualitativamente al punto que terminan por ya no ser “como nosotros”, la mayoría. En algunos casos, esa diferencia es muy positiva –por ejemplo, Mahatma Gandhi o Nelson Mandela, para solo citar ejemplos del inicio y del fin del siglo XX-, pero lo que abundan son los casos dañinos e incluso catastróficos para millones, como bien lo demostraron Hitler o Stalin.

En términos generales, al inicio de su carrera, el político profesional puede ser o parecer una persona normal, pero la esencia de su actividad (o vocación) es un elemento muy peligroso que tiende a provocar su cambio pues, como lo advierte Brooks, la política es una profesión altamente contaminante. Y es que los profesionales de esa actividad se enfrentan sistemáticamente a un conjunto de factores muy fuertes que de manera directa o indirecta, tienden a crear o acentuar los elementos negativos de su personalidad: egoísmo, inseguridad, orgullo, envidia, sadismo, ansia de dominio, de acumulación de bienes materiales, etc. Ese cambio fácilmente puede alcanzar niveles patológicos. Una posición de poder en personalidades con esas deficiencias –¿y quien no las tiene en alguna medida?- juega el mismo papel que los nutrientes de un caldo de cultivo en las bacterias: sirve como disparador de un crecimiento rápido, anormal, de ciertos rasgos de personalidad.

EN EL VIEJO SISTEMA

En México, como en muchas otras partes, el político se tiene que someter a un proceso que erosiona o de plano destruye ciertas conductas y alienta otras que lo alejan de los patrones de normalidad. En el viejo régimen priista, por ejemplo, el político que ingresaba al Partido de Estado tenía que aceptar el sometimiento total a la voluntad del superior, ya que dejar el partido o ir a la oposición era el “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” (Cesar Garizurieta). Si el Jefe del Ejecutivo decía que había que ir a la izquierda (Cárdenas) pues allá iba; si decía que se debía marchar por la derecha (Alemán), por ahí marchaba. Si el presidente decía que los bancos debían ser nacionalizados (López Portillo) pues se le apoya por patriotismo; y si luego decía que se tenia que privatizar (Salinas), también se le apoyaba, por patriotismo. La contradicción era una forma de sobrevivir.

El viejo sistema exigía no tener lealtad a ningún conjunto fijo de políticas o valores y nunca poner en duda la visión del presidente en turno. Esta sumisión extrema no era la única manera de triunfar, pero sin ella nadie llegaba a una secretaria de Estado, gubernatura, diputación, senaduría, empresa paraestatal, Suprema Corte, etc. Cada seis años un giro de la suerte ponía en la presidencia u otro puesto de mando a uno de los miles de sumisos disponibles. Entonces, su biografía de humillaciones pasadas era hecha a un lado y, ahora, para compensar, infligía humillaciones sin cuento a sus colaboradores e, indirectamente, a toda la sociedad. El resultado fue un sistema político dominado por personalidades como las de Luís Echeverría que de subordinado extremo se transformó en un megalómano que solo la bancarrota de la balanza de pagos pudo detener, aunque no antes de que sumiera al país en una crisis política y económica.

EN EL NUEVO SISTEMA

A diferencia de quienes le antecedieron –de Calles a Zedillo-, Vicente Fox no ganó la presidencia por haberse subordinado y humillado ante el poder, ni tampoco por haberse sometido a la voluntad de la oligarquía que dirigía su partido –Diego Fernández de Cevallos, et. al. Las influencias destructivas vinieron de otro lado, de uno inherente a la democracia política moderna.

En primer lugar, en el nuevo sistema el precandidato debe destruir públicamente la imagen de aquellos que, dentro de su propio partido, le disputan el puesto. Luego, ya en la campaña, debe proceder a destruir la imagen pública de los contendientes. En este proceso todo el discurso del candidato se centra en el “Yo” de manera abierta, incluso obscena. En efecto, la campaña obliga a dar rienda suelta a algo que el individuo normal debe reprimir, si no por convicción, por elegancia: el auto elogio. El candidato tiende a decir a voz en cuello y a todas horas, “yo soy el mejor, el único”. Aquí se debe contravenir el principio evangélico “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda” pues la humildad resulta un pecado capital y alienta a hilvanar un rosario interminable de yo-ismos: “yo he dicho”, “cuando yo fui gobernador, yo hice…”, “cuando yo fui responsable de la empresa, su eficiencia fue mayor que nunca”, “con mi conducta yo he demostrado que…”, “cuando yo llegue, yo haré lo que otros no han podido, por corruptos o por cretinos”. Es indispensable atacar al adversario sin respeto, sin apego a la verdad: “ese otro es un peligro para México”, “ese otro es un mandilón”, “ese otro es un deshonesto”, “ese otro es un inepto además de corrupto”, etc.

Durante la campaña y ya en el poder, el político exitoso de antes pero también el de ahora, tiende a ver a los otros como simples medios, no fines, en función de que tan útiles le son como instrumentos, “para que me sirven”. Si el gobierno anterior fue de otro partido o régimen, como efectivamente fue el caso con Fox, entonces hay que recordar constantemente que “yo estoy haciendo lo que por años los otros no pudieron o quisieron”. La estrategia de este tipo de político –y esto fue particularmente cierto en el caso de Fox- se centró en presentar la mejor imagen “de mi”.

En el caso de Fox, a diferencia de otros sistemas, la reelección no era posible. Ello le llevó a un punto culminante del “Yo-ismo”: trasladar su imagen positiva a su “otro yo”, Martha Sahagún. Gracias a los manejadores de imagen, hasta los errores se convirtieron en aciertos y según su ex vocero, Rubén Aguilar, el grueso de las declaraciones absurdas del entonces presidente, fueron celebradas y presentadas como aciertos. Fox, según confesión propia y siguiendo la costumbre de un antecesor priista, Carlos Salinas, ni leía ni oía a los críticos y solo se concentró en los que reforzaban su imagen positiva. Al final, sus acciones para impedir el triunfo electoral de la izquierda, calificadas de impropias por el Tribunal Electoral del Poder Judicial, le fueron celebradas por todos los poderes fácticos –los dueños económicos del país- y Fox se vio a sí mismo no sólo como el verdadero arquitecto de la victoria de su sucesor sino el salvador del país.

EL RESULTADO

Solo personalidades fuertes, una minoría de políticos, logran sobreponerse a los efectos corrosivos de su profesión y conservar o recobrar su humanidad. No fue ese, desde luego, el caso de Fox. Tampoco es difícil entender que tras años de “Yo-ismo” ahora le sea imposible dejar el centro del escenario o que no le parezca mal que en un país de pobres el ex servidor público viva conforme lo demanda su “Yo”, en la opulencia, y le tenga sin cuidado la oportunidad histórica que desperdició: el no haber podido ser el símbolo de una nueva moral y de una nueva sensibilidad en un México muy dañado por su clase política, lograr que una población centenariamente descreída de sus gobernantes y de la autoridad se identificara finalmente con el nuevo régimen. En fin, la enfermedad profesional de los políticos hizo presa en grado agudo del ex presidente Fox y todos hemos salido muy afectados.

agenda_ciudadana@hotmail.com

Etiquetas: , ,