Con el PAN, el autorismo restaurado
Tomado de Proceso 1618
El autoritarismo restaurado
(Fragmento)
Álvaro Delgado La degradación del partido que ejerce el poder federal en México es acreditada por el periodista Álvaro Delgado en El engaño: prédica y práctica del PAN, su libro más reciente. Prácticas fraudulentas, saqueo del erario, claudicación ante el poder del dinero, manipulación de la fe, uso faccioso del aparato gubernamental, pactos mafiosos con el priismo... el desprecio a su historia. Con la autorización del autor y de la editorial (Grijalbo), se reproducen aquí fragmentos del libro, que comenzará a circular en los próximos días.
César Nava Vázquez es, por su juventud, arquetipo del cambio generacional que propone Felipe Calderón desde el gobierno: Abogado por la Universidad Panamericana, con maestría en Harvard, es -a los 33 años- custodio de la oficina del poder en Los Pinos.
Condiscípulos de la Escuela Libre de Derecho, Nava Vázquez tiene a Calderón como modelo: Michoacano como él, fue también dirigente nacional juvenil y ambicionaba presidir el PAN justo a la edad en que lo hizo su jefe.
Calderón lo fue por guía de Carlos Castillo Peraza, que lo apartó luego. En una historia ajena, con el PAN en la cúspide, otras son las circunstancias y otros los arrojos de Nava.
-¿Cuándo comienzas tu campaña a la presidencia de tu partido? -le pregunté, a finales de julio de 2007.
-Eso tendrá que decidirlo el presidente.
-¿Cómo?
-Sí. Hay que esperar lo que decida el presidente.
-¿Te das cuenta de lo que dices?
Nava no captaba.
-Subordinas tu decisión a la voluntad de un solo hombre.
-Bueno, formo parte de un equipo.
-¿Pero quieres ser presidente del PAN?
-Lo decidirá el presidente -ratificó.
Germán Martínez Cázares, seis años mayor que Nava Vázquez y aspirante a presidir el PAN -derecho que en 2005 Calderón le negó ante Manuel Espino-, suele predicar la doctrina y el deber de su partido en el gobierno.
Como Calderón, Martínez Cázares es michoacano y jurista, pero -igual que Nava- tiene atada la libertad a su jefe, supremo elector desde el poder para decidir, a capricho, el destino del partido, que lo ambiciona como instrumento suyo.
Exsecretario de la Función Pública, simulación sexenal ante el monstruo de la corrupción gubernamental y privada, Martínez Cázares no se atrevió jamás a expresar pública y abiertamente -durante su efímero paso de nueve meses en la alta burocracia- su anhelo de presidir el PAN, sin la instrucción de Calderón. "Si el presidente lo ordena, sí".
-¿Estás consciente de lo que dices?
-Sí, te lo digo abiertamente.
El alegato de Martínez Cázares es idéntico al de Nava Vázquez: Es parte de un equipo, el que encabeza Calderón.
-Es lo que decían los presidentes priistas y que ustedes, en el PAN, tanto criticaron.
-Se equivocó el panismo.
La sentencia de Martínez Cázares, dicha con la parsimonia de quien mira llover, no es menor: El PAN deberá lanzar a la hoguera documentos y discursos en los que, desde hace 68 años, censuró la subordinación y la manipulación del presidente en turno al partido que lo llevó al poder.
En las democracias consolidadas, en efecto, a nadie asusta que el partido esté sujeto al gobernante máximo, pero no es el caso de México ni del PAN, que fincó durante décadas su discurso en aborrecer la abyecta relación partido-gobierno.
Ahora lo deleznable en el PRI es virtud en Calderón, quien jugó al tapadismo con Nava y Martínez Cázares, cómplices ambos de una maniobra que abomina de la herencia del PAN y que hace emerger la restauración autoritaria que -lo saben muchos panistas- anida en la facción gobernante.
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