Calderón, al peor estilo de Salinas
Tomado de El Universal
Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio
15 de diciembre de 2006
La comunicación política es estratégica para todo gobierno que busque el consenso, y es la gran deficiencia de diseño en la Presidencia de Calderón
L a comunicación política lo es todo para los gobiernos modernos. Dick Morris, uno de los principales estrategas de Bill Clinton para llevarlo a la Presidencia y lograr su reelección, y que fue parte importante en la asesoría de Felipe Calderón durante su campaña presidencial, sostiene que "los temas, no su impulso mediático, ni el carácter o el carisma, es lo que hace ganar a los candidatos y lo que los mantiene en el poder". Morris tenía el oído de los colaboradores más cercanos de Calderón, quien inclusive llegó a pensar en importar el modelo de la Casa Blanca en el rediseño institucional de la Presidencia. No pudo llevarlo a cabo por las condiciones en las cuales arribó al poder, y las contradicciones cognitivas en el equipo calderonista los han llevado a un híbrido. La apuesta, al final, no fue por la estrategia de Clinton, sino por la que llevó a cabo Carlos Salinas.
Dieciocho años después de haber llegado Salinas al poder en una situación similar a la de Calderón por cuanto al cuestionamiento de la elección y una inconformidad popular, el presidente entrante abrevó de sus diseños. Formó gabinetes, que tanto le funcionaron al ex presidente, nombró un jefe para coordinar sus trabajos, y centralizó la comunicación política. Nombró a Juan Camilo Mouriño como su José Córdoba, y a Maximiliano Cortázar como su Otto Granados. Mouriño ha venido haciendo un trabajo discreto y eficiente, estableciendo contactos que necesitará más adelante; Cortázar ha venido destrozando toda la cristalería. Si Mouriño llega a alcanzar la sofisticación de Córdoba, se verá por los resultados. Pero por cuanto a Cortázar, encontró su primer diluvio en los zapatos de Granados.
Cortázar es un improvisado para ese puesto. Con una reducida experiencia en el campo, este músico de profesión y vocación entró a las áreas de la comunicación social de la mano del cuñado de Calderón, Juan Ignacio Zavala, y tuvo como tutor a Norberto Tapia, cuando trabajó a sus órdenes en la oficina de prensa de la Presidencia en los tiempos de Alfonso Durazo, durante la administración foxista. Recoge de Granados su soberbia y arrogancia -sin ser cosmopolita como el hidrocálido- pero no la inteligencia. En una reunión con comunicadores gubernamentales poco antes de que Calderón asumiera la Presidencia, no tuvo ningún cuidado para decir, en una primera evaluación sobre la comunicación social, que sólo habían existido dos tipos de comunicadores, los priístas y los corruptos. Para enfatizar su aseveración, utilizó de manera absolutamente arbitraria ejemplos de comunicación social en el estado de México, subrayando que eso era justamente lo que no iban a hacer. A partir de ese momento, anticipó, la comunicación social del gobierno cambiaría. Tenía razón. Como ningún otro comunicador presidencial en los primeros 15 días de gobierno, ya se metió en problemas y no ha podido establecer una política de información incluyente, sino de choque y polarización.
Como lo hizo Granados en su momento, se diseñó una comunicación vertical y centralizada. A diferencia de Granados, que tenía el respeto de todos en el gabinete, Cortázar no pudo colocar a todos los jefes de prensa en el gobierno, cuya ubicación fue resultado de imposiciones en las áreas más débiles, o de cesiones ante las negociaciones bilaterales de los encargados de despacho, o de sugerencias de comunicadores influyentes, como era el viejo estilo. Pero a todos ya los instruyó a tener reuniones con él cada 15 días en Los Pinos, a donde acudirán no a un diálogo, sino a recibir instrucciones sobre el rumbo a seguir. Esta es otra diferencia con Granados, quien operaba más en el ambiente de lluvia de ideas para, pese a tener una idea preconcebida, buscaba llegar a la toma de decisión más consensuada y, por tanto, mejor apoyada.
Cortázar, como en su tiempo Granados, tiene claramente la confianza del Presidente. Pero mientras el salinista usó la boca para suplir la mano dura, el calderonista actúa con la mano dura sobre la persuasión. Granados, que fue secretario particular de don Jesús Reyes Heroles cuando fue secretario de Educación, consejero político en la Embajada de México en Madrid bajo las órdenes de otro viejo sabio, Rodolfo González Guevara, y operador político de Salinas desde la Secretaría de Programación y Presupuesto, pertenecía a esa generación de tecnócratas sofisticados que, a la vez, eran unos déspotas ilustrados. Cortázar se ganó a pulso su puesto tras las largas noches de bohemia en la soledad de la derrota con un Calderón que tiene en la adversidad la característica de su carrera, pero carece de la imaginación creativa que requiere el puesto. Es un operador, pero no un estratega. Ya se está viendo.
Adulador hacia arriba, está chocando con la tropa. Hay un maltrato con periodistas, y algunos de los que están siguiendo las actividades presidenciales se están quejando de una presión de él y de su gente para forzarlos a escribir y difundir las informaciones de acuerdo con lo que en Los Pinos piensan que es importante. La última referencia similar se dio en la presidencia de Miguel de la Madrid, cuando con un espeluznante cinismo subrayaban los boletines de los discursos presidenciales para enfatizar a la prensa cuáles eran los puntos que querían priorizar. Hay otro tipo de acción que está generando conflicto adicional, y es el de regular a quién dan entrevistas de los medios y a quién no. Al igual que hizo Andrés Manuel López Obrador, son beneficiarios de entrevistas sólo aquellos que les representan una posición cómoda y que saben no los importunarán. A quien no, como ya sucedió con José Gutiérrez Vivó durante la campaña y con Carmen Aristegui en las dos últimas semanas, los vetan.
Las reglas cambian, pero no de manera democrática sino con la mejor forma del autoritarismo. No hay cambios en la relación estructural con los medios ni una convención que elimine discrecionalidades. Al contrario, la selección es excluyente. Quieren los temas que propone Morris y la centralización de Granados. La línea a los comunicadores del gobierno es la lógica de Morris, acompañada con la verticalidad de Granados. Pero, vistos los primeros resultados, la línea ha sido caótica y el control de daños inexistente, como se puede apreciar con el escándalo del presupuesto para educación. La verticalidad que quieren imponer tampoco les ha funcionado, porque en lugar de la seducción y la cooptación que se refinó en el salinismo, es el choque y la confrontación la puerta de entrada que ha utilizado Cortázar. Este joven, que lo es biológicamente, es culturalmente viejo. Este ritmo de tensión no puede aguantar mucho. O cambia su actitud política o no tardará en pasarle los costos a Calderón. Y cuando esto suceda, la decisión será en otro nivel. ¿Cuánto les costará Cortázar? Nada. En esos puestos, quien no es funcional, es desechable.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com
Etiquetas: Análisis, Calderón, Riva Palacio
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