Ciudadano Iturbidense

Otra mirada a la actualidad de San José Iturbide, Guanajuato.

julio 27, 2007

El México panista neoliberal es igual de inequitativo que el México Colonial

Aunque algo retrasado, les entregamos este gran artículo del maestro Lorenzo Meyer en donde analiza la situación social de México y la compara con la de finales de la Colonia. Como ejemplo de la desigualdad social, expone que a finales del siglo XVIII el hombre más rico del país era el Conde de la Valenciana, cuya fortuna era de cuatro millones de pesos oro y representaba el 2% del Producto Interno Bruto (PIB); poco más de 300 años después, el hombre más rico es Carlos Slim y su fortuna era hasta hace unos meses de 49 mil millones de dólares que equivalen al 5.8% del PIB. Es decir, la brecha social ahora es superior. Y recordemos que hace tres siglos, con esas circunstancias, comenzó una violenta revolución social que, entre otros resultados, culminaría con la independencia de nuestra nación.
Va fragmento del artículo de Lorenzo Meyer. Para leerlo completo, de click aquí:

Agenda Ciudadana

Lorenzo Meyer
El conde de la Valenciana, y su época, han retornado
Jueves, 05 de Julio de 2007

UN PARTEAGUAS QUE NO FUE TAL

Los acontecimientos políticos en México hace siete años parecieron configurar un portento democrático, pero finalmente han quedado en eso, en mucha apariencia y poco contenido. Con el paso del tiempo –de muy poco tiempo, por cierto- lo que en su momento se consideró maravilla hoy es un espejismo, pues en la base del sistema político todo sigue sorprendentemente similar a lo que era: la inaceptable desigualdad de la estructura social, la insuficiencia del crecimiento económico, la mediocridad del sistema educativo, la justicia denegada o corrupta, la imposibilidad de llamar a cuentas a quienes abusaron del poder, las elecciones en un ambiente de dados cargados y terreno desnivelado y, en fin, que se mantiene casi intacta la lista de problemas que se vienen arrastrados de mucho tiempo atrás.

En el año 2000, la elección competida y democrática del primer presidente mexicano proveniente de la oposición pareció abrir la oportunidad de por fin experimentar un cambio político sustantivo, pacífico y ordenado (Es verdad que en 1911 Francisco I. Madero fue electo al cargo más alto de la República , pero para entonces él ya no estaba en la oposición sino que era el líder de un poder revolucionario triunfante y no tenía oposición sustantiva). En consecuencia, también pareció dable esperar transformaciones en todos aquellos campos donde la política podía actuar como la gran variable independiente –en ciertos aspectos de la estructura social, de la economía, de la impartición de justicia, de la cultura. Al final de cuentas, la gran promesa del cambio no logró siquiera sobrevivir el tránsito del discurso a la realidad.

Hace un año, en el 2006, pero en una atmósfera ya muy diferente, cargada de animadversión, desconfianza y encono, se volvió a entreabrir la posibilidad de una transformación profunda por la vía de la alternancia entre derecha e izquierda, la alternancia frustrada desde 1988 por el fraude. Sin embargo, esa vez la posibilidad duró menos que en el 2000 y el cambio se convirtió en continuidad, pero no como resultado de una contienda leal sino como producto de una serie de manipulaciones donde intervinieron la presidencia, los medios de comunicación, la vieja estructura corporativa del PRI –el SNTE- y las organizaciones empresariales.

México, como cualquier otra sociedad u organismo vivo, siempre está cambiando. Sin embargo, desde hace más de medio siglo su transformación ha sido más el resultado de la acción del tiempo, de la inercia, de procesos tecnológicos, económicos, sociales o demográficos, básicamente impersonales y bastante ajenos de la voluntad y de la acción deliberada y positiva de los agentes políticos.

En el año 2000, un partido autoritario –el PRI- tuvo que dejar el control del Poder Ejecutivo a otro de carácter conservador pero supuestamente democrático –el PAN. Siete años más tarde la euforia inicial, la ilusión de una nueva dinámica en la vida pública se ha disipado. Es más, la atmósfera política no ha vuelto a ser la anterior del 2000 sino que se ha enrarecido. La derecha se ha ensoberbecido, el dinosaurio priísta ha vuelto por sus fueron sin haber cambiado, y la izquierda está convencida de que el proyecto de quienes hoy controlan el poder no es otro que impedir que alguna vez la izquierda llegue a asumir la responsabilidad de conducir la nave de la política mexicana.

UN INDICADOR TAN TERRIBLE COMO REVELADOR

Ante la ausencia de voluntad política de quienes hoy controlan el poder en México para interferir con la inercia, las fuerzas que de manera incesante empujan al mantenimiento y a la profundización de la desigualdad social mexicana siguen su incesante labor de mantener al país con un perfil no muy diferente del que tenía en la época colonial. Y esta afirmación no es una exageración sino que tiene una base empírica espectacular: la acumulación de riqueza en manos de una sola familia.

Para documentar el calificativo de colonial de la estructura de la distribución del ingreso en el México actual, he echado mano de los datos contenidos en una ponencia que acaban de elaborar dos colegas de El Colegio de México: el doctor Gustavo Garza y la maestra María Eugenia Terrones, titulada “Condiciones generales de la producción en la Ciudad de México a fines del siglo XVIII”. Y es que al final de en ese tercer siglo de la vida colonial mexicana, el hombre con la mayor riqueza en Nueva España era un minero, el conde de Valenciana, cuya fortuna en 1791 se calculó en cuatro millones de pesos oro. Ese capital, y según las cifras de la época, representó el equivalente al 2% del producto interno bruto (PIB) de la entonces muy próspera Nueva España, calculado en 197 millones de pesos. Pues bien, el equivalente al Conde de Valenciana en el México actual es el ingeniero Carlos Slim Helú. El valor total de su fortuna se calculó en 2006 en 49 mil millones de dólares, es decir, el equivalente al 5.8% del PIB de un México que, en términos relativos, ya no es tan próspero como en el final de la época colonial. En realidad, el cálculo de Garza y Terrones ya es obsoleto, la velocidad de acumulación de Slim es sorprendente y hace unos días The New York Times (28 de junio) sugiere que posiblemente en este momento el multimillonario mexicano ya fuese el hombre más rico del mundo. Si el nuevo cálculo de 67.8 mil millones de dólares es correcto, entonces su fortuna ronda el 9% del PIB de México: ¡una concentración más cuatro veces superior a la superior de la época colonial!

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